viernes, 26 de junio de 2020

Borges, la literatura y el mistisismo


11/11/2011
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Autor: Ana Lucía Ruiz Bermúdez

Últimamente me he dado a la tarea de leer los diálogos que Osvaldo Ferrari  hace con el maestro Jorge Luís Borges.  Antes de eso, cuando era más joven y sin saber nada de literatura leí varios cuentos de Borges, algunos de los que se encuentran dentro de El Aleph y Ficciones. Pensaba en Borges como un mago o como un hombre místico. Recuerdo por ejemplo cuando leí Ruinas circulares, al terminar el cuento me sentí impresionada, al enterarme que aquel mago del cuento, un hombre que se sentía un ser tan real como cualquier otra persona se siente, comprendió al ver que sus carnes no se quemaban con el fuego, que él también era una apariencia tal como los sueños y las apariencias que él mismo había tenido y había construido. Ese cuento removió en mí una idea que ya existía pero que estaba escondida: La idea de que tal vez yo también sea una apariencia, o un sueño. Nunca supe y nunca sabré como llegué a este mundo. Simplemente aparecí aquí y empecé a caminar y a construirme una vida.
Tal vez todos los humanos alguna vez han tenido esa misma sensación de incertidumbre y duda, una duda resignada a que no haya manera de responderse. Me sentía encantada por este cuento, tenía en mi cuerpo la sensación de lo maravilloso, la sensación de que acaba de descubrir una verdad que había estado escondida. Pero después aprendí un poco de literatura y me enteré de que los escritores utilizan artilugios y mañas –por así decirlo- para jugar con las palabras y con el sentido cultural que tenemos de la realidad. Esto era lo que había hecho Borges con este cuento y con muchos otros. En realidad ese cuento no me había dicho explícitamente ninguna verdad, ni siquiera eran hechos posibles, pero de lo que si estaba segura era de que sí era cierto, lo que dice el cuento es cierto, por lo menos en una realidad ficticia. Pero la semiótica me seguía insistiendo, explicándome que la sensación que yo había sentido con ese cuento era una reacción psicosomática.  De hecho así es, pero no por eso he dejado de pensar que en la literatura hay cierta divinidad. Las formas y técnicas que se utilizan en la literatura  abren las puertas a un entendimiento que está más allá de las palabras y del sentido razonable. Es por eso que admiro a Borges, porque es un maestro de la ingeniería literaria y sabe cómo construir esas puertas que se abren hacía un entendimiento cósmico. Quizás Borges nunca lo pensó así, tal vez ni siquiera le interesara que los demás lo leyeran, en una de las conversaciones con Osvaldo Ferrari dice que nunca piensa en el lector, salvo en el sentido de tratar de escribir de un modo comprensible. Pero seguramente necesitaba escribir para sacar a sus demonios. Además, ¿quién podría negar con seguridad que ese mago de Ruinas circulares, es la auto-representación existencial del mismo Borges? Borges explica la literatura y la literatura explica a Borges.
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También está ese otro cuento que se llama La escritura del dios, donde el protagonista también es un mago, un soñador, un imaginador, tal como Borges.

Entonces, a partir de los diálogos de Osvaldo Ferrari y Borges  intentaré justificar lo que he dicho anteriormente, acerca de que el mago de Ruinas circulares y el de La escritura del dios son auto-representaciones de Borges.

Primero, hay una parte en la conversación con Ferrari en la que Borges dice:

Es decir que yo paso buena parte de mi tiempo solo, y tengo que probarlo con proyectos, con fantasmas, podemos decir, salvo que suena un poco terrorífico, impresionante, ¿no?, además, no me siento perseguido por ellos, son gratos fantasmas.

Al igual que los fantasmas que el mismo Borges admite que tiene, el mago de Ruinas circulares también crea un fantasma, un fantasma que impondrá a la realidad, pero al cual debe darle el olvido, para que no se de cuenta de que es un fantasma.

Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje

Borges nos dice en estas conversaciones: La realidad es más rara que la ficción.  Nos da entender algo como que la naturaleza es una ficción de dios, y lo demás es una ficción del hombre. Y aunque Borges no lo diga, sospecho que así como el mago impone a su fantasma a la “realidad”, Borges también es un mago, un mago para la literatura, lo cual no es poca cosa. De hecho a lo largo de la historia de nuestra civilización, y es posible que también de otras, los magos de la literatura nos han ayudado a construir nuestra ficción, o sea, nuestra realidad. Los libros modifican el mundo, por ejemplo la Biblia.

Así es que el mago de Ruinas circulares sueña a un fantasma-hombre:

Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. 

Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara.

Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia.


Empezó soñándolo, claro está, ¿y no es así como se inician todas las creaciones y todos los logros? Hay quienes dicen que los sueños nos revitalizan, porque nos llevan a una instancia cósmica. A partir de los sueños nos llegan las ideas, descubrimientos e inspiraciones. Es decir que la inspiración nos es otorgada. Tal como a los sueños, la inspiración no se puede elegir y es mejor mientras menos se le interviene.  Para Borges la inspiración es eso, Todo escritor siente que él recibe. Es decir, no puede dar si no ha recibido. Y el escribir es como soñar, tal como el mago sueña a su creación, a su hijo, al hombre. Borges dice en el dialogo 1 de su conversación con Ferrari:

Es que conviene intervenir lo menos posible en su obra. Sobre todo conviene que mis opiniones no intervengan. Es decir, bueno, escribir es un modo de soñar, y uno tiene que tratar de soñar sinceramente. Uno sabe que todo es falso, pero, sin embargo, es cierto para uno. Es decir, cuando yo escribo estoy soñando, sé que estoy soñando, pero trato de soñar sinceramente.


Las ficciones humanas crean nuestra realidad, pero las realidades no son siempre las mismas, se rompen para que surjan otras con apariencia de orden. Somos sujetos de la duda, y por lo tanto sujetos de la falta, es así como Borges nos aborda, removiendo nuestras dudas, sacándolas de lo común. Es así como las embellece, dándoles un giro que hace deslumbrar nuestros sentidos.
   Borges fue una persona sencilla que simplemente se dejaba ser, dejaba que la inspiración cósmica lo interviniera, obviamente que sus obras no le cayeron del cielo hechas y ordenadas desde un principio. Borges fue un devorador de bibliotecas, un estudioso de la cultura, un incansable conocedor del mundo y de las ideas. No fue fácil incluso para él que lo traía en la sangre.

Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. (Extracto de Ruinas circulares)


  Por eso Borges es una inspiración, en su vida nunca se cansó de aprender, la ceguera y la vejez no derrotaron su motivación. Su sensibilidad y curiosidad fueron inagotables. No menciono su inteligencia porque a veces ella es un obstáculo, no permite entender los objetos que no se pueden decir con palabras.  Estamos limitados por el lenguaje así como estamos limitados por el cuerpo, la literatura es diferente, y hay que escribirla y leerla con sensibilidad, con algo más allá de la razón, con misticismo si es posible, al fin y al cabo:

Bueno, pero y por qué no ser místico; en todo caso creo que es inofensivo ser místico. (Borges, dialogo 1)